reproducción del Guernica escoltada por banderas mexicanas indicaba que ese era el punto de partida.
Fueron apareciendo las velas, los globos negros, los corazones y los gritos solidarios. En el centro se
colocaron los rostros de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos desde el 26 de septiembre, las mantas y las consignas.
Más tarde caminaron todos juntos, los nombraron uno a uno, del uno al 43. Pidieron justicia, que pare la violencia, que renuncie Peña Nieto. Gritaron al unísono que la lucha sigue, que aquí no se acaba. Que esto fue un crimen de Estado. Llevaron con ellos los rostros y los nombres de los 43 que les hacen falta y en el alma y en los corazones los miles de desaparecidos y asesinados en territorio mexicano.
Al llegar a la Catedral de Barcelona leyeron los 43 nombres y algunos comunicados, incluidas unas décimas dedicadas a los estudiantes. Se guardó un minuto de silencio. Se juntaron firmas para solicitar en el Parlamento Europeo que se reconozca lo sucedido en Ayotzinapa como
crimen de Estado.
También se recolectó dinero para la viuda de Julio César Mondragón, el estudiante brutalmente asesinado.
El ambiente se cargó de energía, de indignación, de dolor y, sobre todo, de esperanza colectiva en pro de un México sin violencia
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